Calles mojadas en la mañana, por las heladas del amanecer
cielos en los que se podía saber de la soledad del gris,
un sol que tímido asoma y que apenas calienta
un paseo, ella asida de su brazo, una mirada fija a esas columnas
testigos imperturbables, que muestran las caras de lo que ya han sido
capa sobre capa de granito exterior castigado por el tiempo en silencio