Una tarde ociosa, una lampara, dos pantallas blancas, tres tenedores, un poco de paciencia, muchas fotos disparadas, otras tantas desechadas y este es el resultado, a ver que os parece.
Detrás de ellos se sumerge la luz y aparece la oscuridad, deriva del blanco hacia el gris, disolviéndose en negro.
El mensaje más profundo viaja de corazón a corazón, por el sendero de los ojos, escrito en el lenguaje de la luz. (Anónimo)
Unos filtros, luz directa en su misma línea, y se van difuminando gradualmente.
La alegría es como un destello de luz, un destello que no dura, un destello que se va, un destello que a la larga, no hace otra cosa que herirte más. (Anónimo)
La luz sigue ahí aferrada, dando pequeñas sombras.
La sombra no existe; lo que tu llamas sombra es la luz que no ves. (Henri Barbusse).
Algún brillo, algún reflejo, escasas sombras difuminadas, la imparcialidad de la luz se hace presente, que en silencio los ilumina.
Una luz brillando para los solitarios, una lampara con luz única, un encuadre mágico, que los hace grandes a los ojos.
Dejar la caída de las sombras, sobre un fondo blanco, la verdad está ahí tras ellas, fiel reflejo de lo que está.
Este es el resultado ni más ni menos que mi desvarío de un sábado por la tarde
Así como los ojos de los murciélagos se ofuscan a la luz del día, de la misma manera a la inteligencia de nuestra alma la ofuscan las cosas evidentes.
(Aristóteles)