La concha añora ser dura como las rocas
que nada la mueva ni la pueda dañar.
Sentirse fuerte, enfrentarse a las derrotadas olas
e imponerse a la inmensidad del mar.
La concha de soledad se muere, deambula entre mil lunas y mil mares
está serena, sola,
sin pasear por las orillas de un agitado mar,
sin sentir la furia de sus olas contra su nácar
y sin notar que la brisa la vuelve a abrazar.
0 comentarios:
Publicar un comentario